El siglo XVIII fue un siglo de elegancia. Nunca las formas de vestir y los estilos de peinado de la gente fueron tan suntuosos, tan elaborados y artificiales. Lo que no pudo lograrse con el cabello natural, fue aumentado con pelucas. Esta época fue una explosión de exhibición de peinados a cual más extravagante, una reacción totalmente contraria al pudor y recato de los siglos anteriores. El cabello se puso a tono con el estilo "rococó", que fue el estilo preponderante hasta casi el final del siglo. Era un estilo artístico en el que predominaban las curvas en forma de "ese" y las asimetrías, que enfatizaban el contraste. Un estilo dinámico y brillante, donde las formas juegan y se integran en un movimiento armonioso y elegante. Un estilo de acuerdo a una época de nuevas ideas filosóficas, como el Iluminismo, y a la afluencia de riquezas económicas que llegan a Europa por los viajes al nuevo continente, América. Se crean nuevos órdenes sociales; además del clero y la nobleza, una burguesía pujante de nuevos ricos y gente que hace fortuna y se posiciona en las esferas sociales y políticas, y que imita en todas sus costumbres a los nobles. Un estilo de acuerdo a una época en que la ciencia se independiza cada vez más de la religión, consigue logros espectaculares y desarrolla por consecuencia una tecnología que dará paso a una imparable revolución industrial. La gente de esa época creía que vivía en el mejor de los mundos posibles. A fin del siglo, los estilos artísticos y culturales cambian; surge un estilo que se llama "neoclásico" y es mucho más sobrio y conservador, con un regreso a las estéticas griega y romana clásicas.

El uso de pelucas en los hombres comenzó a ser muy popular a fines del siglo XVII, durante el reinado en Francia de Luis XIV, el Rey Sol. Toda su corte comenzó a usar pelucas, y como Francia dictaba la moda de Europa en esa época, su uso se extendió al resto de las cortes del continente. En 1680 Luis XIV tenía 40 peluqueros que diseñaban sus pelucas en la corte de Versailles

Desde 1770, el uso de pelucas se extendió también a las mujeres. Y a medida que los años pasaban, las pelucas se fueron haciendo más altas y más elaboradas, especialmente en Francia. Las pelucas masculinas eran generalmente blancas, pero las femeninas eran de colores pastel, como rosa, violeta o azul. Las pelucas indicaban, por su ornamentación, la mayor o menor posición social de quien las usaba. La gente de fortuna podía costear, lógicamente, diseñadores más caros y más variedad de materiales. Se hacían por lo general con pelo humano, pero también con pelo de caballo o de cabras. La condesa de Matignon, en Francia, le pagaba a su peluquero Baulard 24.000 libras al año para que le hiciera un nuevo diseño de peluca todos los días.

Cerca de 1715 se comienzan a empolvar las pelucas. Las familias tenían un salón dedicado al "toilette", donde se empolvaban diariamente y acondicionaban. Se espolvoreaban con almidón de arroz o de papas. Para la operación de empolvado, hecha por un peluquero, solían cubrirse el rostro con un cono de papel grueso.

Los barberos, además de cortar y peinar el cabello y la barba, venían practicando diversas operaciones quirúrgicas y extracciones dentales. En 1745 una ley en Inglaterra les prohíbe estas prácticas y los autoriza solamente a cortar y arreglar los cabellos. Esto provoca la ruina de muchas barberías y la falta de trabajo para muchos barberos en Europa, pues similares leyes son promulgadas en Francia y otros países. Pero el auge de las pelucas crea la demanda de nuevos profesionales: los fabricantes y diseñadores de pelucas, quienes además se encargarán periódicamente de arreglarlas, perfumarlas y retocarlas. Ya desde fines del siglo del siglo anterior se habían creado sindicatos o uniones de peluqueros, y exigían a los profesionales pagar una tarifa y dar un examen de aptitud para desempeñar la profesión. En este siglo la industria de las pelucas crece y se vuelve importante, creando nuevos trabajos y fuentes de ingresos para gran parte la población. A su vez esto afecta a la industria de los sombrereros, pues los hombres dejan de usar sombreros por lucir sus pelucas y deben fabricarse nuevos estilos de sombreros que puedan acondicionarse a las pelucas. La mayor parte del pueblo, digamos un 80% de la población, no usaba pelucas, sino su pelo natural, sin demasiado arreglo. Pero sólo el porcentaje que cubría la nobleza y la alta burguesía movilizaba una industria destacada en la época.

EL ROBO DE PELUCAS EN LAS CALLES:

William Andrews, un escritor inglés del siglo XIX, Nos cuenta que los robos callejeros de pelucas en el siglo XVIII eran comunes. Y las pelucas, en sus días de gloria, eran carísimas. Había que caminar con mucha atención para no perderlas. No obstante todas las precauciones, los robos de pelucas eran frecuentes. Era famoso este modo de operación: un un niño era transportado sobre una bandeja de carnicero por un hombre alto, y el niño agarraba la peluca en menos de un segundo. Cuando el dueño, desconcertado, miraba hacia todos lados, un cómplice le impedía avanzar con el pretexto de asistirlo, mientras el "carnicero" escapaba.. (William Andrews, "At the sign of the barbers' pole", Cottingham, Yorkshire, J. R. Tuttin,1904 )
A principios del siglo, los estilos de cabello de los hombres son mucho más suntuosos que los de las mujeres. Todavía entonces está de moda el "estilo Luis XIV", con grandes bucles y el pelo sobre los hombros. Cuando termina el siglo, la tendencia se revierte: las mujeres lucirán exuberantes pelucas, de 50 a 80 cm. de alto, y más, que se usarán inclusive para conmemorar con sus diseños celebraciones y aniversarios. Estas pelucas femeninas traían algunos problemas: los marcos de las puertas tenían que ser elevados o reconstruídos para que pudieran pasar, y en muchas ocasiones la presión de las pelucas demasiado pesadas les causaba inflamaciones en las sienes.
Sobre la mitad del siglo, el nuevo rey de Francia, Luis XV, impone un estilo de pelucas más pequeñas para los hombres y el riguroso empolvado blanco o preferentemente grisáceo. Los hombres también usan desde mediados del siglo una cola de caballo en la nuca, atada con una cinta, estilo que se vuelve muy popular en todas las cortes. Las mujeres continuarán con sus estilos extravagantes hasta la llegada de la Revolución Francesa, donde todo el lujo y la exuberancia queda prácticamente anulado por las nuevas ideas republicanas. A partir de allí, los peinados serán más clásicos y sencillos y volverá a usarse el pelo natural

A principios del siglo, los estilos de cabello de los hombres son mucho más suntuosos que los de las mujeres. Todavía entonces está de moda el "estilo Luis XIV", con grandes bucles y el pelo sobre los hombros. Cuando termina el siglo, la tendencia se revierte: las mujeres lucirán exuberantes pelucas, de 50 a 80 cm. de alto, y más, que se usarán inclusive para conmemorar con sus diseños celebraciones y aniversarios. Estas pelucas femeninas traían algunos problemas: los marcos de las puertas tenían que ser elevados o reconstruídos para que pudieran pasar, y en muchas ocasiones la presión de las pelucas demasiado pesadas les causaba inflamaciones en las sienes.

Sobre la mitad del siglo, el nuevo rey de Francia, Luis XV, impone un estilo de pelucas más pequeñas para los hombres y el riguroso empolvado blanco o preferentemente grisáceo. Los hombres también usan desde mediados del siglo una cola de caballo en la nuca, atada con una cinta, estilo que se vuelve muy popular en todas las cortes. Las mujeres continuarán con sus estilos extravagantes hasta la llegada de la Revolución Francesa, donde todo el lujo y la exuberancia queda prácticamente anulado por las nuevas ideas republicanas. A partir de allí, los peinados serán más clásicos y sencillos y volverá a usarse el pelo natural 

En realidad, a pesar de que es divertido pensar que las mujeres usaban estas pelucas inmensas en su vida cotidiana y en las fiestas a donde iban, la realidad es diferente. Este tipo de arreglos capilares gigantescos quizás hayan existido, pero sólo para alguna ocasión muy especial o para representaciones teatrales. Pelucas como las imágenes que vemos arriba son el producto de caricaturas de la época o de anécdotas o leyendas sin mucho fundamento. Es prácticamente imposible encontrar en las imágenes de los cuadros de pintores famosos de la época estas pelucas inmensas. Las mujeres nobles usaban estilos de cabello mucho más sobrios y elegantes, a pesar de que eran más o menos voluminosos y elaborados.

EL ESTILO "FONTANGE"

Marie Angélique de Scorailles, Duquesa de Fontanges
Estilo "Tête de mouton"
En lo que se refiere al estilo de cabello de las mujeres del siglo XVIII, a principios del siglo aún seguía usándose un estilo que venía de moda desde fines del siglo anterior: el estilo "Fontange". Su nombre se debe a que fue creado por la Duquesa de Fontange, quien en una jornada de caza con el rey Luis XIV de Francia, enredó su cabellera en la rama de un árbol, y para reacomodar el cabello lo apiló sobre su cabeza. El rey quedó fascinado con ese peinado accidental, y le rogó que lo conservara siempre. Este estilo estuvo de moda más o menos hasta 1720.

Bajo el reinado de Luis XV las costumbres cambiaron y los cabellos femeninos tuvieron otro estilo más simple. Estuvo de moda un estilo llamado "tête de mouton" (cabeza de oveja), con bucles cortos y algunos mechones de pelo sobre la nuca. Las mujeres no usaron pelucas hasta 1770. A partir de allí, los peinados -artificiales- se hicieron cada vez más altos y más elaborados.

Green, Valentine: "Ladies Waldegrave" 1781

ESTILOS DE CABELLO FEMENINOS EN EL SIGLO XVIII:

La Dama de Azul, Thomas Gainsborough, 1775
María Luisa de Parma, Antonio Rafael Mengs, 1765
Izabela Potocka, como Polyhymnia, Pompeo Batoni, 1779
Sin nombre, John Smibert, 1781
La Dama de marrón, George Romney, 1785
Princesa Luisa Augusta de Dinamarca, 1790
Madame de Fougeret, Élisabeth Vigée-Lebrun, 1774
María de las Nieves Fourdinier, Luis Paret y Alcázar, 1782
Marie-Madeleine Guimard, J. H. Fragonard, 1769

ESTILOS DE CABELLO MASCULINOS EN EL SIGLO XVIII : 

Coenraad van Beuningen , Caspar Netscher, 1763
Marqués de Lucker, Louis Tocqué, 1743
Retrato de un gentilhombre, Jean-Antoine Watteau, 1715
Retrato de un hombre, Pierre Subleyras, 1745
Retrato de un hombre, Jean-Baptiste Perronneau,1766
Príncipe de Mecklenburg-Strelitz, Johann Zoffany, 1772

NUEVOS ESTILOS DE CABELLO DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA:

Ya cerca de fin de siglo el estilo ostentoso y deslumbrante de la nobleza europea era el objeto de críticas de los filósofos de La Ilustración. No sólo el estilo de vestimentas y cabellos, sino el estilo de arte mismo, el rococó, era fuertemente criticado. En el momento en que la burguesía -la clase sin nobleza- se vuelve poderosa e influyente, todo el sistema, el sistema político, económico, social y cultural es cuestionado por los principales pensadores. En un principio, los burgueses adinerados imitaban en todo a los nobles, querían ser como ellos. Pero cuando se vuelven poderosos y autosuficientes, y cuestionan todo el sistema del Antiguo Régimen, rechazan toda su estructura social y por supuesto, sus costumbres. El lujo y la ostentación, con la llegada de la Revolución Francesa, son mal vistos por todo el mundo. La nueva sociedad adopta un estilo más sobrio y gira hacia la sencillez; del rococó se pasará al neo-clásico, que es un estilo artístico que recupera la estética griega antigua. Y éste será también el estilo a tono con el romanticismo, que se impondrá a fines del siglo XVIII y predominará sobre casi todo el siglo XIX.
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Los cambios filosóficos, los cambios en la forma de pensar de la sociedad cambian el cabello. De a poco, las pelucas comienzan a dejar de usarse, y el pelo se empieza a usar natural, sin empolvados. La Revolución y el cambio de todo el sistema fue un cambio brusco y repentino -aunque ya se anunciaba- a raíz de un golpe legislativo de los diputados burgueses con apoyo de parte del clero y la nobleza, pero el cambio de costumbres no fue tan rápido. Todas las imágenes de Robespierre y Danton, dos líderes de la Revolución, los muestran con pelucas empolvadas, hasta su muerte en la guillotina. En cambio, Jean Paul Marat, el otro líder revolucionario, ya lucía la nueva estética. Y otro de los principales gestores de la Revolución, el pintor Jacques Louis David, ya estaba inscripto totalmente en el estilo neo-clásico, en sus obras y en su estética personal. A medida que el neo-clasicismo se va imponiendo, los peinados van cambiando. Al arribo al poder de Napoleon Bonaparte, ya pocos usarán pelucas; el estilo Imperio muestra a todos los legisladores y políticos, con su pelo natural, peinado de una manera informal, símbolo de una nueva era de independencia de pensamiento. Los militares fueron los últimos en abandonar el viejo estilo, pero en el ejército napoleónico ya casi todos están con su cabello natural. Las mujeres, ya sobre el fin de la era revolucionaria, dejan absolutamente de usar los peinados altos y complejamente elaborados y usan el pelo sin empolvar, con una caída casi natural, o recogido con peinetas, o atado con cintas simples.

Quizás, los primeros que abandonaron el uso de pelicas empolvadas y los muy elaborados estilos de cabello, fueron los mismos aristócratas que, tiempo atrás, habían impuesto esa moda. Por miedo a ser reconocidos, y consecuentemente apresados y guillotinados, durante la Era de Terror de Robespierre (1790-1793) salían de sus casas con ropas simples, sin ornamentos, y peinados naturales, con el cabello corto, sin pelucas, o como mucho, algún estilo neo-clásico. En realidad, no tenían mucha oportunidad de usar los viejos estilos de cabello; ya en ese tiempo, en toda Europa, la moda había cambiado. A principios del siglo XIX, el Romanticismo ya anunciaba una moda completamente diferente.

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LA HISTORIA DEL MUNDO DEL CABELLO